domingo, 12 de febrero de 2012

De faso y verdades

Mi boca es como una piscina sin agua. Se me fue toda la saliva. Juego con mi lengua rozándola en mi paladar. Percibo la diferencia de texturas entre mi lengua áspera y mi paladar cremoso, se siente extraño. En uno de esos juegos mi lengua se abre camino hacia mi cerebro, dándole un masaje aterrador. Por dios.

"Amiga vení, porque sentí algo, que, ay otra vez, es que.. si te lo explico lo vuelvo a sentir, por toda la cabeza".

Ya no tengo cuerpo. Dejé de sentirme. No existen mis piernas, ni mis brazos, ni mi panza. Solo existe mi cerebro siendo masajeado violentamente y el interior de mi pecho donde advierto que queda algo de vida.

"Abrazame, fuerte".

Es que soy un espíritu que se levantó de su carne, y en verdad necesito volver, todo esto me asusta.

Podría tratar de explicar lo que siento (o mejor dicho, mi no sentir) pero entonces aquello se intensifica, como castigándome. Además las palabras pierden sentido al contacto con el aire, y se que no se entiende lo que digo.

Ya no siento la dificultad de los tacos, porque no tengo pies, solo avanzo abrazada a mi amiga. Apoyo la cabeza sobre la suya y sus pelos en mi cara son lo único que me conecta con la realidad. Qué suerte que estas acá.

Ya volví. Basta con el drama. Todo es sugestión. Sigo caminando como antes. La mitad inferior de mi cara se ablanda como manteca caliente. Ahora son mis orejas, las amaso para despertarlas. Con mis dedos moldeo mi mandíbula, pero no vuelve a su tensión natural.

Subimos al colectivo, no quiero que se note que estoy drogada, pero no puedo soltar mi cara. Nos ubicamos un par en el sector de sillas de rueda, justo tengo una ventana al lado. Es mi oportunidad de distraerme.

Entiendo perfectamente lo que pasa a mi alrededor pero casi no me sale hablar. Mi capacidad de comunicación ha sido reducida cruelmente. Pienso con 2 millones de palabras y hablo con 50.

Cada tanto me pierdo feo y necesito tocar a alguien para volver. Ahí descubro que sólo soy sensible al tacto de los demás y a dolor autoinducido al pellizcarme o morderme un dedo.

Me agarran fuertemente un brazo a modo de experimento, dibujan con un dedo una linea sobre mi otro brazo, luego toman mi cara entre dos manos calientes. Siento en esos centímetros de piel todo mi universo. Que alivio volver a sentir, millones de gracias. Que placentero es, que tranquilizador. Quisiera que me toquen todo el cuerpo, todo el tiempo. Quisiera sentirme viva y extasiada de sensaciones.

Un rato después, llegando a destino, nos levantamos de los asientos que habíamos conseguido y la sensación de no tener cuerpo amenaza con reaparecer. A punto de bajar le digo a mi amiga:

"Lo único que te pido es que no me dejes caminar sola, porque me puedo llegar a derretir en el piso".

No hay comentarios:

Publicar un comentario