domingo, 26 de junio de 2016

Cuando "parí" un tesoro

La primera coreografía "en serio" que armé en mi vida fué para empezar a dar clases de pole dance en mi casa, algunos meses después de que finalmente pude instalar el caño en mi cuarto.

Fué un Sábado de Octubre, a las 6 de la tarde. Hacía zapping entre las canciones de mi reproductor para elegir la música apropiada, sin que ninguna de ellas me convenciera, dándole no más de 10 segundos de oportunidad a cada una. Y sin paciencia. Adelantándo el cursor del reproductor en 1/3 del tema. "No hay nada interesante", ¿En la mitad del tema? Tampoco, next. Y así.

Buscaba un tema sensual y lento (ya que iba a ser el primer acercamiento a esta disciplina para alguien, y era nivel principiante), pero que tenga la suficiente fuerza como para poder emocionar a un intérprete y atrapar a un expectador. Deseaba que esta pieza, por más sencilla que fuera, obedezca a una seguidilla de intenciones corporales. Que sea terreno fértil para un cuerpo danzante.

Encontré la canción: una balada de rock. Había llegado el momento de darle forma a todo eso.
Mi cabeza llena de ideas, pasos y transiciones, yo deambulando alrededor del caño, tratando de encontrar los "momentos mágicos", aquellos en donde los movimientos hacen justicia a la intensidad de la música. Imaginando cómo lo explicaría, cómo me gustaría que me lo presenten a mi si yo fuera la alumna. Luchando contra los prejuicios y el miedo de asustar a mi futura alumna con movimientos demasiado provocativos. Debatiéndome entre la inseguridad que genera estar creando por primera vez y el envalentonamiento de saberme yo la profesora, lo cual me permitía plasmar mi estilo. Buscando la expresión y la prolijidad. Pasé horas encerrada en la habitación, muy compenetrada con mi tarea, agitada con cada repetición, ahogándome de calor porque no quería abrir la puerta y que alguien pueda justo pasar y verme.

Cuando terminé de pulir la coreo eran las 11 y media de la noche. Sentí que había creado un tesoro. Mi cuerpo no daba más. Puse energía de todo tipo en ese proceso.

Estuvimos un mes y medio trabajando en esa coreo con mi primera alumna, quien logró apropiarse de cada paso y sentir cada movimiento. Pude ver cómo ella solita añadió "algo extra". Algo que yo no le había enseñado. Una serie de detalles, expresiones sutiles que sólo pueden salir de adentro. Ante esa situación me consideré satisfecha y felíz. Silenciosamente me autodeclaré triunfadora, pensé "lo logré, lo logramos". Finalmente lo grabamos y quedó hermoso. Hoy en día me sigue pareciendo una de las coreografías más bellas y delicadas del mundo.