sábado, 24 de noviembre de 2012

Con B de labios

La palabra lesbiana es fuerte. Tanto que si la pienso temo que se me escape de los labios. Pero al mismo tiempo es difícil de pronunciar, tiene muchos recovecos. No es como si dijeras "cuadro".. que fluye. Practiquemos.. ehm lesbiana lesbiana lesbiana. Mirá, no es para tanto.. el final "iana" si me sale. Tengo problemas con "lesb". Y "lesbi" me perturba bastante, por ser una abreviación cachonda y vergonzosa.. porque si decís lesbi podés decir lesbiana, pero completar lo que falta resulta muy difícil. Y "les" es la mínima expresión posible (entendible) de dicho término, y es de niña boba (como decir "me compre una rem rayada" refiriéndote a tu remera nueva) ..Por otro lado, en los momentos que acepto la bendita palabra con todo lo que conlleva, lesbiana me suena a "labios", a labios de mujer. El hecho de pronunciarla te obliga a juntar tus labios en la "b", y volver a abrirlos suavemente en el "ia". También me suena a un nombre muy dulce: belén (que no es por nadie en particular, tal vez yo tengo "un poco" de belén en mi nombre).. Y por último me suena a viento. Ese viento fresco que hace que te vuelen los pelos y se te peguen en la boca reseca.

martes, 6 de noviembre de 2012

Después de despedirla en la boca del subte

Bajé las escaleras por inercia, casi escapando. Con la necesidad de volver a ser yo después de haberla conocido a ella. Me quede un rato en la estación, convencida de que unos minutos de ver pasar el subte serían suficientes para estabilizarme. Como me metí casi sin pensar, nose ni para que lado voy, pero me da lo mismo. Todo es raro, y todo combina con mi rareza interior. Asique, entremos y dejemos que suceda. Me bajo en una estación. Podría combinar e irme bastante lejos a sacar fotos. Pero mierda que hace frío, y solo tengo una musculosa y un pulover. Y parece que va a llover. Estoy desprotegida, a merced de las ráfagas de viento, que sí las hay. Esta situación es rara. Saco el celu en un intento de conectar con la realidad, no tengo crédito. Hago la recarga SOS de siete pesos. Sostener este celular me da algo en que ocuparme. Si me vieras de afuera parecería que soy una persona en un día común y corriente. Hice algunos llamados inútiles y me quedé sin crédito de vuelta. Vuelvo a llamar para recargar, aún sabiendo que es imposible recargar dos veces. Me recibe la voz automática de la compañía celular y me confirma que vuelvo a tener crédito. O yo no entiendo una goma, o esto también es raro. Ya son varias cosas. Estoy demasiado deshabitada para volver a casa. La persona que ellos conocen en este momento no existe ni en la más mínima proporción. Tal vez porque en paralelo a mi vida hogareña desarrollé actividades, pensamientos y sentimientos que terminaron por aislarme. Considero la idea de comprar un cuaderno y una lapicera para escribir. Después de vagar por los pasillos de las combinaciones, llego a otra línea de subte. Voy hasta la terminal y reboto.. ahora voy en el sentido contrario. Me bajo para hacer tiempo.. total si quiero volver a subirme puedo. Se escuchan ruidos de multitudes y tambores provenientes de afuera, entra olor a comida. Qué raro sería si yo, de solo curiosear, saliera a investigar. Me asomo por la escalera mecánica pero no veo nada. Pongo un pie.. y subo a la superficie. Asumo que para volver a casa deberé pagar 2,50 de vuelta. El día sigue tan feo como antes, pero la gente baila al ritmo de la percusión. Hay puestos de comida que me recuerdan que hoy no almorcé. Ninguna de las opciones parece amigable a mi estómago. Me quedo dando un par de vueltas.. tengo frío, podría sacar la cámara pero ni ganas. Ahora sí que necesito volver a mi entorno, ingreso al subte salvador que me llevará a casa. Cuando me bajo, antes de salir a la luz, le saco la memoria a la cámara. Me inquieta el hecho de saber que está llena de fotos de ella. Camino unas cuadras pero el frío y el hambre son urgentes. En un impulso de satisfacción inmediata entro a un burguer. Me pido dos hamburguesas con queso y una coca. Encuentro un poco de calidez y paz. Se me cruza ponerme a ver sus fotos, pero elijo comer tranquila. Me vuelvo a habitar de a poco. Sin darme cuenta estoy sacando la cámara, luego recuerdo mi decisión y me obligo a guardarla. De todas formas, había olvidado que no tiene la tarjeta de memoria puesta. Con el estómago lleno me siento mejor, tomo coraje y cruzada de brazos atravieso las ventosas cuadras hasta casa. Por fin llegué y no quiero pensar más. Me hecho una siesta calentita y cuando despierto todo está mejor.