jueves, 22 de septiembre de 2016

Asociación libre marihuanera

Terminé de fumar con mi amiga en la plaza. Estaba esperando el bondi. El efecto marihuanero en mí se traduce en pensamientos gráficos, casi como explicaciones matemáticas mezcladas con filosofía de cómo funciona mi cabeza, las relaciones, la vida. En ese instante puedo darle forma a todo y cambiarlo del derecho al revés, ponerle transparencias y translucencias. Una situación que atraviesa a otra y avanza como una masa desplegándose y solidificándose, y ahora tenemos un puente, que nos lleva hacia otro escenario.

En una reflexión que hago, miro la realidad desde el borde entre el agua y el aire, como si tuviera unas antiparras y casi todo el cuerpo sumergido. Me pregunto de qué manera respiro cuando estoy bajo el agua, recuerdo cómo siento el borde entre el agua y el aire rodeándome la cara cuando hago la plancha en una pileta, y que si me relajo, por más de que sienta que me hundo,.. estoy a punto de ahogarme pero no. Si de verdad no me muevo, quedan a salvo mi boca y mi nariz. Eso es sobrevivir, desde ser inmóvil. Después está la posibilidad de nadar. De entrar y salir del agua.

El cerebro es un laberinto, no por nada está lleno de recovecos, parece que pudo meterme por cualquier agujerito por mas pequeño que sea. Mi cerebro es como una raíz que tiene pelitos que absorben, y a su vez esos pelitos tienen pelitos mas chiquitos, y así. No se si es infinito pero puedo abrirme camino por donde quiera y siempre hay más.

Entonces, estoy en un laberinto.. este es un laberinto emocional. Es reflexivo y bastante tétrico, y pensé en alguien y abrí una Flor roja que resalta entre las paredes color tierra, y cubre casi todo el pasadizo. Cosa que puedas pasar por el costado pero no sin verla. Y me dió como una cosita linda en el pecho, como un rayito de sol que lumina un piso de madera (una imágen linda según mi percepción). Asumo que mi corazón es de madera, y claro. es un terreno para bailar. Me gusta tener un corazón de madera.
Y cada vez que quiero pasar por un lugar, encuentro cómo hacerlo. Pero no me siento felíz, me siento analítica. Porque siento que observo y no resuelvo.

No puedo querer abarcar toda la vida. No puedo querer verlo todo. Si veo todo, no hago nada. Si hago algo, voy a buscar ver más de ese camino que tomé. y entonces haré otras cosas, y así se ramificará mi vida. Con las elecciones. Pienso de nuevo en una raíz. Y que somos iguales a los árboles que, ups, son de madera. Como mi corazón. Que se nutren con el sol, El sol fue la consecuencia de que haya nacido una flor. 

Por ahí encontré un secreto. Vino primero la flor y después el sol. Los árboles ponemos flores para que nos acaricie el sol. Soy uno de ellos. Atraemos el sol. Porque nos sentimos tristes. Y el sol es un abrazo, es como una lamida.

Está bueno lamerse. Zarpado. Entre nosotros. Aguanten las lenguas. Una vez fumé y sentí que me tocaba el cerebro con a lengua. Me dió miedo pero quisiera volver a hacerlo. Aguanten las lenguas que delicadamente acarician recovecos, como los del cerebro, como los rincones corporales también. Y encima descubren a qué sabe tal o cual cosa. No sólo recorren sino que también sienten y saborean.

Listo, lo entendí, soy un árbol, soy un corazón de madera y soy una lengua.

Pero si fumo y tengo la posibilidad de moverme, lo que elijo es elongar. Estirarme, expandirme. Estando una vez fumada en el laburo, muy muy consiente de cada parte de mi cuerpo y con ganas de sentirme toda, empecé a elongar en la silla del escritorio. Me dí cuenta que con movimientos mínimos, complementando con la contracción de otros múscuos, puedo estirar partecitas que siempre están dormidas. Es un descubrimiento. Me fuí al baño, me apoyé de espaldas a la pared y cerré los ojos. Pegué primero los hombros a la pared y haciendo resistencia como si mi columna fuera un resorte, fuí apoyando cada vértebra, de arriba hacia abajo hasta apoyar el sacro, y si tiro desde la tapa de la cabeza hacia arriba, me alargo mucho más. Hermoso.

Ahora entrelazo las manos por atrás de mi espalda y pliego mi torso hacia adelante con las piernas estiradas en el poco espacio que hay antes de chocarme con la pileta. Llevo los brazos con las manos entrelazadas hacia adelante y mantengo un equilibrio. Las manos, que nunca pesan nada, ahora me quieren volcar hacia el piso. Y pienso qué relativo es aquello que nos pesa. Y en esta posición se me llena la cabeza de sangre y me siento ahorcada. Pero me cabe. Reconozco un nexo sexual con toda esta situación. Si siguiera recorriendo y estirando y contrayendo mi cuerpo, seguro que terminaría masturbándome. No desde la calentura sino desde la exploración y la satisfacción de sentirse. Así como estoy me tiran a full las piernas pero en vez de querer volver a incorporarme como pasa generalmente, quiero ir más y más lejos. Es que me doy cuenta que no tengo que hacer fuerza, tengo el peso de las manos que me lleva hacia el piso, lo único que tengo que hacer es no resistirme.

Entonces guarda! Porque hay una línea que estoy a unto de cruzar entre la relajación y la desidia. Tal vez simplemente me da paja volver. Estar así es como estar desplomada pero sobre mis propios pies.
Cuidado con relajarse y abandonarse. Por eso quizás me cuesta dejarme llevar y relajarme, la no-resistencia tiene un riesgo. Distinto sería legar a los mismos lugares de manera activa. Hay una quietud que quiere atraparme.

Me acuerdo que en clases de contemporáneo, la profe nos enseñaba cómo entrar y salir del piso, por ejemplo, Cómo desplazarnos en varios niveles. Había una secuencia en donde pasabas por caminar, gatear, rodar y aflojarte en el piso, volver a cuclillas, incorporarte. Todo sin dejar de avanzar. ¿Qué pasa si me quedo en el piso al momento de entregar todo mi peso y amasarme contra la madera, pero luego no vuelvo? Sigue siendo tan lindo o me empiezo a perder del resto del recorrido? Es como hacer malabares entre los distintos placeres, placer en la quietud y también en el movimiento.

Volviendo a las lenguas y siguiendo con los placeres, que placer es besar. Una vez estuve en una situación de intimidad con dos personas y lo único que podía sentir eran bocas y lenguas. A las bocas les gusta buscar. A los ojos también. 

Los ojos la tienen clara porque saben satisfacerse en la observación pero cerrarse y desconectarse cuando es momento de sentir. Por ahí debería cerrar más los ojos. Cuando juego íntimamente con alguien a vendarnos los ojos, debajo de la venda mis ojos permanecen cerrados. Y si se me corre la venda yo no los abro. 

Me gustan los movimientos repetitivos también, el ritmo. Por eso me gusta la música, la música electrónica por ejemplo, porque aunque durante 3 minutos los golpes sean equidistantes, tu cuerpo los va sintiendo distinto. Tu cuerpo, por adentro, tu estómago, se va preparando. Esperás a que estalle la canción. Como cuando garchás y mantenés un mismo ritmo de estimulación, esperando para acabar. Claro, El corazón late esperando eso que lo haga estallar. Para eso late.
Una vez estaba cuchareando con alguien y me calentó mucho la manera que teníamos de respirar, inhalar y exhalar al mismo tiempo. Eso era ritmo y repetición también. Compartir un ritmo.

Además de ser un árbol, un corazón de madera y una lengua, Soy ritmo.